Capítulo 14, 15, 16 y 17.-

CAPITULO XIV:

La incertidumbre y la desdicha del matrimonio no les permitía pensar con claridad, por lo que decidieron quedarse hasta entender las cosas un poco más.-
En un pequeño restaurante cerca de la supuesta dirección del enigmático doctor, Allan y Cheryl decidieron almorzar antes de volver a su casa, cargados con un siniestro misterio cada vez más difícil de desenmarañar.-
Entre comida y comida, Allan no tuvo mejor idea que preguntarle a quien les servía, por la enorme fama de aquel conocido sicólogo.- ¬
-¡Ah….. Si, lo recuerdo!- Sostuvo el mozo alzando la mirada hacia el techo como haciendo un pequeño esfuerzo.-
-¡Era bastante callado, solía venir solo, aunque a veces lo acompañaba una mujer de talla pequeña, que siempre vestía de un horrible color rojo y una graciosa puntilla en el cuello, era muy fea, vieja y de piel blanca, casi parecía un cadáver, pobre mujer.-
El, normalmente, llevaba una capa muy grande, tanto en invierno corno en verano, y nunca se la quitaba, ni aún cuando se sentaba a almorzar.-
Era una persona exageradamente robusta y aparentemente de carácter muy oscuro, nunca tuvo trato con ninguno de nosotros, no saludaba, y cuando venía acompañado con la pequeña mujer, no cruzaban ni una sola palabra durante toda la comida.-
Luego, de la noche a la mañana, desapareció y de vez en cuando volvía la mujer, siempre enfundada en el ridículo vestido rojo, pero cuando le preguntábamos por el sórdido personaje que la acompañaba, daba vuelta la cabeza, miraba por la ventana del restaurante y apenas murmuraba un “tal vez nunca vuelva” para luego hacer silencio y no pronunciar más palabras, ni aún cuando se retiraba. –
Lo que recuerdo perfectamente es que tanto él como ella, eran muy generosos, siempre nos dejaban propinas que eran igual al importe de lo que habitualmente consumían, realmente, todos nosotros lo extrañarnos mucho.-
Tengo entendido que habría fallecido hace algunos años, aunque algunos comentarios afirman que de la noche a la mañana desapareció sin dejar rastros, pero la verdad es que nadie sabe nada de él, ni de su historia!- Concluyó el mozo, retirándose con un abierto gesto de tristeza en su rostro.-
Ambos padres se miraron con marcada resignación.-
El mozo parecía sincero, pero la duda volvió a nublarles la razón.- ¿Estaría diciendo toda la verdad o sabía más de lo que se suponía?
Por la misma ventana que habitualmente lo hacia el extraño doctor, observaron como el ir y venir cotidiano de la gran urbe comenzaba a desaparecer, ocultándose en la íntima soledad que el refugio de sus hogares les brindaba a esa hora del mediodía. -
El cielo de la tarde continuaba mostrando algunos nubarrones que pronosticaban mal tiempo, lo que aceleró el viaje de regreso de Allan y Cheryl, ninguno de los dos pronunció palabra alguna en todo el recorrido.-
El día continuaba y la vida transcurría normalmente para casi la totalidad de los habitantes del poblado de Glew.-
Los comercios recién comenzaban a abrir sus puertas cuando Allan y Cheryl entraron con su automóvil por la avenida principal y por supuesto, la más concurrida arteria del centro comercial del pueblo, la avenida Allison-
Las pocas calles que los separaban de su hogar, los obligaban a pasar directamente por aquella esquina de la que siempre evitaban hablar.-
Ese día, particularmente, Allan bajó la velocidad de su automóvil, hasta detenerse por completo justo al lado donde se habían producido los hechos.-
Ambos miraron el lugar como tratando de comprender que era lo que estaba sucediendo.-
Los densos nubarrones, ya estaban encima de ellos y una fina llovizna comenzó a abatirse sobre el vehículo, obligando a Allan a retomar la marcha.-
Al llegar al portón de la enorme casa, la lluvia ya caía implacable, y unas grandes gotas mojaron inmediatamente a la pareja cuando bajaron para abrir el pesado portón que les permitía el ingreso al garaje.-
Los dos, empapados, entraron a la casa por la puerta lateral de la cochera, y rápidamente se dirigieron hacia la habitación principal para cambiarse de ropa.-
Irremediablemente pasaron por la puerta de Leonella.-
Como se encontraba entreabierta, y con la necesaria curiosidad por no saber nada de ella durante casi todo el día, ambos se asomaron sigilosamente, encontrando a la niña recostada en su cama, despierta, con la mirada perdida en el techo, con un gesto casi autista, del que desde hace mucho tiempo no salía.-
-¡No entiendo!- dijo Allan.-
-¿Será verdad todo lo que me relató George, y el perro desapareció llevándose algo de Leonella?-
-¡Tal vez todo apuntaba a ella y el animal se interpuso….realmente no sé, no entiendo!-
Una lágrima corrió por las mejillas de Cheryl, quien en total silencio, siguió el camino hacia su desesperada soledad.-
Unos minutos más tarde, Allan hizo lo propio, con gesto adusto e inmutable.-
Así transcurrió el resto del día.-
La tormenta comenzaba a cobrar fuerza, y a lo lejos se comenzaron a escuchar truenos y algunos rayos que probablemente caían sobre el mar.-
¬Sin respuestas, y con más enigmas que soluciones, las luces de la casa comenzaron a apagarse lentamente, dando paso al conciliador descanso nocturno.-
Mañana seria una nueva jornada, y esperando lograr algo positivo, ambos padres se dejaron llevar por un profundo sueño.-
Avanzada la noche, la tormenta comenzaba a desaparecer, pero adentro, las nubes de la incertidumbre continuarían ensombreciendo la sonrisa de una familia que poco a poco perderían la felicidad que anteriormente tuvieran.-

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CAPITULO XV

Los años fueron borrando los hechos y la historia prácticamente desapareció junto con la familia del anecdotario del poblado.-
Todo comenzó a desdibujarse en el tiempo y los comentarios y anécdotas e insinuaciones, se fue diluyendo de la memoria de la gente.-
Solo aquellos que vivieron la época, podían recordar algo, todo lo demás, fue pasando de boca en boca por varias generaciones, convirtiéndose en folklore y en cuentos de noches interminables.-
Durante un tiempo, no se supo de la desaparición de nadie más.-
Parecía que todo solo era un mal recuerdo que solamente algunos habitantes de poblado lo recordaban, aunque, cautelosamente, preferían no mencionarlo.-
En la actualidad, el nuevo policía del poblado, Phillip Mc Guirre estrenaba uniforme mientras rondaba tranquilamente las calles.-
El día se encontraba estable pero frío, comenzaba a despuntar el otoño, y mientras sus pensamientos se centraban en qué hacer para las fiestas de fin de año, que se acercaban a gran velocidad, caminaba despreocupado casi sin prestar atención a su alrededor.-
La mañana era cristalina, un cielo azul ausente de nubes hacía presagiar una semana sin sobresaltos climáticos.-
Por fin la densa niebla característica de la zona había desaparecido y las calles estaban teñidas de vivos colores.-
Rayos densamente coloreados de amarillos caían implacables desde el límpido cielo, llenando cada uno de los rincones del poblado, que gracias a estar totalmente ausente de edificios, les permitía colarse por casi todos lados.-
La luminosidad se acentuaba en cada flor, que como rasgo sobresaliente del pueblo, se amontonaban en hermosos racimos multicolores en cada una de las viviendas de los tranquilos habitantes de Glew.-
Un resplandeciente color azul marino enmarcado por botones dorados con el usual brillo recién estrenado, un cinturón de tela haciendo juego con el resto, rematando en una gran hebilla de un intenso dorado y una pequeña cartuchera de fino cuero color marrón negro, conteniendo un bastón como única arma, se lucían casi perfectos en la esbelta figura de Phillip, el nuevo agente de policía que con actitud altiva comenzaba su primera ronda en el pueblo.-
Orgulloso de su atuendo y de su nuevo puesto, el joven agente veinteañero caminaba con aire despreocupado muy lentamente por la avenida céntrica, saludando a cada paso a todos los vecinos, quienes amablemente les brindaban signos de aprobación por el trabajo que comenzaba a desempeñar.-
Sabido que el poblado era casi en su totalidad de una clase media alta, que la cantidad de pobladores era tan escasa que prácticamente todos se conocían y con la seguridad de que la delincuencia por la zona prácticamente no existía, casi se podía decir que Phillip paseaba por el pueblo sin preocupación.-
La mañana transcurría normalmente, y el sol comenzaba a hacerse sentir sobre las calles de Glew.-
Eran aproximadamente las diez cuando el orgulloso policía llegó a la esquina de la Avda. Allison y Church; cansado de caminar y bastante acalorado, se acercó a ella refugiándose en la pequeña sombra que brindaba una saliente de la casa que se encontraba en el sitio.-
Habrán pasado unos cinco minutos cuando una suave brisa confortó su transpirada cara.- Alegre por el fresco que corría en esa esquina, decidió quedarse unos minutos más.-
De pronto, la brisa se transformo en un viento de medianas proporciones, haciendo embestir contra su cara una gran cantidad de hojas secas que imprevistamente se levantaron del piso.-
Con una evidente molestia por lo acontecido, miró hacia abajo dándose cuenta que sin querer había pisado unas flores, algunas secas y otras frescas.-
Sin entender la razón, se movió un metro hacia un costado sin retirar la vista de esas flores.-
Su rostro hacía más que evidente una gran mueca de intriga aunque restó importancia.-
Nuevamente la brisa cobró fuerza elevando algunas flores hacia su rostro nuevamente.-
Fue allí cuando se dio cuenta que en el resto de la calle no se movía absolutamente nada, el viento solo se concentraba donde él estaba.-
Una ráfaga, desmesuradamente fría, lo estremeció, justo en ese momento, se dejó escuchar el lejano aullido de un perro.-
Casi molesto por la situación pero sin preocuparse por querer entenderla, volvió a mirar hacia abajo y se dio cuenta que el aullido que parecía venir de lejos, realmente provenía del manojo desarreglado de flores que él habría pisado instantes antes.-
Alzó la vista y por la vereda de enfrente caminaba muy despacio, con evidente dificultad, una anciana, que mientras se alejaba lo miraba fijamente a sus ojos con un gran gesto de desagrado.-
Volvió a mirar hacia abajo y escuchó nuevamente el lamento de animal, instintivamente levantó la mirada hacia la anciana pero ésta había desaparecido.-
Se alejó de la pared y de las flores, observó hacia todos lados y no pudo encontrar ningún rastro de la vieja mujer, sus pensamientos se confundieron, y mientras el viento lo seguía molestando, el aullido del perro le sugirió inmediatamente una conexión entre lo que estaba sucediendo y la anciana que se había esfumado.-
De pronto el viento se calmó, las flores y algunas hojas secas dejaron de moverse y el triste lamento del perro se fusionó con el silencio de la calle, un auto negro y viejo pasó a gran velocidad, distrayendo su atención por un momento.-
Sin entender lo sucedido, emprendió su marcha por la Avda. Allison, dándose vuelta cada tanto para mirar esa extraña esquina.-
La cabeza del uniformado Phillip le comenzó a molestar producto de la cantidad de ideas que enloquecidamente se le cruzaban segundo a segundo.-
Un sentimiento helado recorrió su espalda, pero la curiosidad le sugirió investigar sobre lo que le había pasado, preguntándose casi permanentemente si lo había inventado o era real.-
Lo que Phillip Mc Guirre no sabía que su primer día de policía le proporcionaría una experiencia que nunca habría querido conocer.-
En tanto, la abuela Megan, continuaría con el relato que noche tras noche hacía las delicias de la mente de la pequeña Hellena.-

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CAPITULO XVI:

Pasaban las seis de la tarde y las sombras comenzaban a extenderse cada vez más.- Era señal que el sol comenzaba a hundirse en el horizonte, dejando un manto de hojas secas acariciadas por una suave brisa que de tanto en tanto presagiaba la llegada de una nueva estación, más fría, más oscura y porqué no, tal vez más siniestra.-
Phillip caminaba como todos los días recorriendo las calles incansablemente, saludando a quien se le cruzara, con una gran sonrisa, llevándose la mano derecha hacia la frente a modo de saludo militar e inclinándose respetuosamente, recibiendo la devolución permanente del saludo con gestos de agradecimiento y simpatía.-
Phillip Mc Guirre era para el poblado, el policía en quien todos confiaban, a quien consideraban un amigo.-
A pesar de su corta edad y su relativamente poco tiempo en la fuerza policial, simpático como pocos, en su cara siempre convivía la frescura de una sonrisa con el revoloteo alegre de sus ojos celestes, mirando hacia todos lados, como si quisiera que nada se le pase por alto.-
En una de sus tantas recorridas, sin darse cuenta, pasó caminando muy despacio por aquella antigua casona semidestruída de Darwin al 1100.-
Su paso era lento pero firme, no obstante, al ver el estado del gran jardín y de la casa, no pudo más que detenerse y mirar más en profundidad.-
-¡Que peligro esto así de abandonado!- exclamó para sí mismo Phillip y continuó pensando, -¡deberían multar a las personas que abandonan así a sus hogares!-
Pudo imaginar que en esa suciedad, podría esconderse alguien peligroso y que la población correría riesgos innecesarios.-
Se acercó más a la vieja puerta de hierro oxidado del cerco y colocó su mano derecha sobre ella.-
Primero despacio, y luego ejerciendo más fuerza, intentó abrirla casi sin resultados, el tiempo había realizado su trabajo, y las bisagras, estaban casi soldadas por el mismo metal oxidado.-
Con mayor fuerza aún, apoyó su cuerpo y levantándola con sus manos, pudo abrirla lo suficiente como para entrar.-
Su curiosidad y espíritu de aventura, le incitaba a entrar para revisar el predio.-
Lentamente, atravesó del jardín hacia la puerta de entrada y como temiendo la presencia de alguien, llevó su mano derecha hacia la empuñadura de su bastón, que rígidamente le colgaba de su brilloso cinturón.-
Las plantas sin podar lo fueron envolviendo como una mano silenciosa, y a medida que se acercaba a la escalinata que permitía el acceso a la puerta de entrada, un frío sudor le comenzó a correr por la frente.-
Súbitamente se detuvo.-
-¡No puede ser que me haya entrado miedo! ¿Acaso no soy de la fuerza policial?- intentó auto convencerse.-
-¡Esta es una casa abandonada y no puede ser que sienta miedo!- se dijo a sí mismo en voz alta.-
Cada vez más lento se hizo su andar al aproximarse a las escaleras de mármol.-
Con la mano izquierda, quitó una enredadera que había ganado el ancho pasamano, mientras que la derecha, aferraba cada vez con más fuerza el bastón en su cintura.-
Una araña de medianas dimensiones salió a gran velocidad, asustada por el intruso, haciendo que Phillip detenga su andar.-
Uno a uno fue subiendo los escalones hasta quedar frente a la gran puerta y con una gran inseguridad, extendió su mano hasta alcanzar el picaporte.-
El delicado herraje de bronce, aún no había perdido su impecable brillo, resaltando por sobre el entorno casi destruido.-
La pesada puerta, comenzó a abrirse sin hacer ningún ruido.-
Una telaraña colgaba detrás de ella y adentro todo era oscuridad.-
Phillip se deslizó hacia el interior, rápidamente giró a su derecha y abrió la delgada ventana que se encontraba en el lateral de la puerta.-
Esto le permitió tener un poco de luz del exterior.-
Con gran asombro, pudo ver que adentro, todo estaba intacto.-
Los sillones todavía seguían en el mismo lugar, y a pesar de que no estaban tapados, no tenían polvo.-
Las suntuosas lámparas que colgaban del techo, aún reflejaban el intenso brillo del fino cristal, aunque alguna que otra tela de araña se mecía despreocupadamente entre los caireles.-
Siguió penetrando, y alcanzó otra ventana, la que también abrió casi sin esfuerzo.-
La luz del día se hizo una vez más, dueña del interior, igual que en los momentos más gloriosos de la familia Schmidth.-
Un poco más calmado, comenzó a recorrer la planta baja de la casona, descubriendo en cada rincón los finos detalles que delataban una suntuosa vida sin problemas económicos.-
-¿Qué habrá pasado aquí?- pensó en voz alta Phillip, sin salir de su asombro por lo que estaba viendo.-
La cocina estaba completa, y para mayor sorpresa, la mesa del comedor, estaba armada, con un plato, vaso y un solo juego de cubiertos, como si alguien estuviese por comenzar a almorzar, todo estaba muy limpio.-
Fue en ese instante, cuando ya había comenzado a relajarse y desde la planta alta, sintió un extraño y fuerte ruido, como si se tratase de una puerta cerrándose.-
Volteó con gran velocidad, y llegó casi de un salto hasta la escalera que lo llevaría al piso superior.-
Lentamente fue subiendo los peldaños mientras miraba las paredes donde aún se dejaban ver importantes cuadros de personajes, los que, por propia intuición, pensó que se trataban de familiares de los moradores de esa casa.-
Al llegar al primer piso, una puerta estaba entreabierta y se movía lentamente como empujada por una suave brisa.-
Entre las hendijas, se podía ver claramente una luz, que por lo pobre y mortecina, era evidente que se trataba de una lamparilla o de una linterna.-
Justamente en ese instante, un gran frío le atravesó la espalda.-
Muy despacio, sacó el bastón de su cintura y lo apretó bien en su mano derecha, apoyando la parte más larga de éste en su cintura.-
Con la mano izquierda comenzó a abrir la puerta muy despacio, cuando, con gran sorpresa, observó que el haz de luz era interrumpido varias veces por alguien que pasaba por frente a ella.-
No se podía decir que estaba preocupado, realmente, estaba asustado, ya que a pesar de ser policía, su corta edad nunca lo había puesto en una situación como la que estaba viviendo.-
Ingresó a lo que fuera en otros tiempos, la habitación de Leonella.-
Miró de un lado hacia el otro, y determinó que la luz provenía de un pequeño recinto al lado, el que pensó, se trataría del baño.-
Lentamente se dirigió hacia allí, cuando de repente, la puerta que lo separaba del otro ambiente, se abrió de golpe por completo, apareciendo una pequeña figura ensombrecida por un haz de luz que encegueció al policía.-
-¡Alto, no se mueva!- exclamó el policía con un enorme susto en su cara y en su voz.-
-¡No se atreva a moverse!- repitió casi con la voz entrecortada.-
La pequeña e irreconocible figura, se quedó quieta en el lugar donde había aparecido, pero cuando Phillip se le acercó, la luz súbitamente se apagó dejando la habitación a oscuras.-
Ágilmente, con la adrenalina al máximo de producción, producto del gran susto que lo había poseído, Phillip se lanzó hacia una ventana y la abrió permitiendo entrar la luz del día.-
Poco fue su asombro, cuando comprobó que estaba solo.-
Rápidamente se dirigió hacia el otro recinto, y entró blandiendo el bastón a modo de arma, pero solo golpeó al aire.-
El cuarto estaba vacío.-
Un ruido sordo se dejó escuchar en la planta baja.-
Con gran agilidad, saltó hacia fuera de la habitación y corrió escaleras abajo, con tan mala suerte que en el último peldaño, resbaló y cayó violentamente en el piso, dando de lleno con la cabeza contra el filo de la madera del último escalón.-
Atontado por el gran golpe, y con la poca iluminación que brindaban las ventanas abiertas del living, pudo ver borrosamente como una pequeña y encorvada figura se le acercaba rápida y amenazadoramente.-
Fue lo último que vio.-
Una gran nube tapó el pobre sol que iluminaba el interior de la casa y por un momento, la oscuridad ganó cada rincón, haciendo todo, aún más lúgubre.-
Antes de perder el conocimiento, alcanzó a escuchar un gemido como de dolor.-
Luego, el silencio se hizo eco de la oscuridad y todo se disolvió en la nada.-

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CAPITULO XVII

Nadie sabe cuánto tiempo pasó.-
Los ojos de Phillip, se fueron entreabriendo y lo primero que vio, fueron las sombras provocadas por una luz mortecina que colgaba del techo.-
Sin poder despabilarse, por el golpe sufrido contra la escalera, solo se dio cuenta que se encontraba en una cama y que encima suyo una lamparita estaba encendida.-
Mientras miraba hacia arriba, le apareció la pequeña y encorvada silueta.-
Sus ojos comenzaron a recomponerse, y de un gran envión, como saliendo del estupor inicial, se sentó en la cama casi a la defensiva.-
La habitación era efectivamente la de Leonella, y la luz estaba encendida.-
Miró hacia su costado, y la pequeña figura fue tomando forma.-
Un hombre anciano, llevaba sobre su cabeza una bolsita de plástico con hielo.-
-¡Agente, me dio un gran susto!- Exclamó el anciano.-
-¿Cómo se presenta así, sin anunciarse?- le reclamó -¿no se da cuenta que a mi edad, estos sustos me pueden matar?-
-¡Quien es usted!- preguntó el policía -¿qué hace aquí?-
-¡Yo soy el jardinero, y una vez a la semana, vengo a hacer un poco de limpieza y a controlar que aquí no falte nada!-
-¿Se puede saber porqué no tocó el timbre para entrar?- se disgusto el encorvado hombre.-
-¡Es que no sabía.......!-
-¿Pero, y el grito de abajo, y la luz?- preguntó Phillip más que intrigado.-
-¡El grito fui yo, que por apurarme a levantarlo cuando se cayó de la escalera, me tropecé y me lastimé la cabeza, además, la casa siempre tuvo luz, solo que las lámparas se han ido quemando y como nadie las repone....!- explicó el jardinero.-
-¿Por qué no me avisó arriba, me hizo pegar un gran susto!- le reclamó Phillip.-
-¡A si,.....claro, y como se cree que me puse yo cuando lo vi con un palo en la oscuridad total!- habló el pequeño hombre.-
El policía, más tranquilo, se dejó recostar y con una sonrisa dijo -¡me parece que esta casa me hizo sentir cosas que nunca antes había experimentado!-
-¿Miedo?- preguntó el jardinero.-
-¡Tal vez, aunque, realmente, en mi condición de uniformado no debería.....!-
-¡Usted está equivocado, todo en esta sombría casa debe causar miedo, porque las cosas que han pasado aquí, no son reales!- le contestó inmediatamente el jardinero.-
-¡No le entiendo!-
-¡Lo que dije, las historias que se cuentan en el pueblo de los sucesos que rondan la casa son como para temerles!-
-¡explíqueme!- sentenció el policía.-
En tanto el jardinero comenzaba su relato de los acontecimientos, en la casa de al lado, Megan comenzaba los preparativos para la cena y Hellena, recién salida de la ducha, comenzaba la búsqueda de algún vestido para ponerse.-
La abuela iba camino hacia la cocina, en el instante que la nena bajaba enfundada en un impecable vestido rosa fuerte, como siempre, con faldas muy cortas, medias tres cuartos blancas y zapatos al tono.-
-¿Hellena, donde vas tan bien vestida?- preguntó la octogenaria Megan.-
-¡A andar en bicicleta un rato, por lo menos hasta que baje el sol abuela!- le contestó la niña.-
-¡Bueno, pero sería conveniente que te pusieras un pantalón!-
¿Por qué?- preguntó la nena.-
Porque con esas polleras que usas, andas mostrando todo cuando andas en bicicleta, y ya eres bastante grande para que se te vean los interiores! ¿No te parece?- rezongó la vieja Megan.-
-¡Por lo menos, me imagino que te habrás puesto ropa limpia, porque encima de andar mostrando todo, si están sucias.....que vergüenza!-
Sin ningún tipo de pudor, la niña se levantó las faldas y le enseñó a la abuela que tenía ropa interior limpia, absolutamente blanca.-
-¡Hellena...no te levantes así la pollera, vas a cumplir diez años por Dios!- replicó Megan.-
La niña se rió, y dando media vuelta salió corriendo hacia la puerta.-
-¡Hellena, ve a colocarte pantal.....!- no pudo terminar la frase, cuando un estrepitoso ruido de puerta cerrándose, le indicó que la niña ya no la escuchaba.-
Una tenue sonrisa se le dibujó en el rostro de la anciana, quizás recordando que ella, en su infancia era bastante parecida, claro que en aquella época las polleras llegaban hasta el piso y los interiores hasta debajo de las rodillas.-
-¡Como han cambiado los tiempos!- pensó en voz alta.-
Se resignó ante una avasallante y nueva juventud, se persignó y volvió despacio hacia la cocina, intentando ver qué hacer para la cena.-
Ya afuera, Hellena corrió hacia el garaje y sacó la enorme bicicleta de su abuela, llegó hasta el cerco que rodeaba la casa, y con gran esfuerzo para no dejar caer la bicicleta, abrió la puertita blanca.-
Una vez en la vereda, comenzó la alocada carrera que la llevaba desde una esquina hasta la otra.-
En una de las tantas pasadas, notó que la reja de la casa de Leonella, estaba entreabierta, y sintió gran curiosidad por saber el porqué, ya que nunca la había visto así.-
Frenó rápidamente la bicicleta, la tiró sobre la vereda, y se arrimó lentamente hacia la cerca perimetral.-
La casona, estaba en el centro de un gran jardín que la rodeaba, así, que la niña caminó hacia el extremo derecho del cerco, movió con la mano la vegetación que había ganado terreno con el paso de los años, y alcanzó a divisar el amplio pasillo que, sobre el costado de la propiedad, conectaba la parte delantera con el fondo.-
Muy poco se veía, porque la maleza lo cubría casi todo, pero, en ese instante, le pareció ver cómo una sombra de algún animal muy grande, pasaba por ese lugar, casi sobre la parte trasera de la casa.-
Con temor, pero llena de una gran curiosidad, se acercó a la puerta de hierro entreabierta, y sigilosamente entró al jardín.-
Un poco asustada por lo que estaba haciendo, comenzó a andar por éste, en dirección al lateral derecho de la casa, donde supuestamente había visto la sombra.-
Los yuyales eran altos, pero por abajo, casi a nivel del piso, había una especie de camino por donde Hellena pensó que podía mirar hacia atrás, se arrodilló y luego puso sus manos sobre el césped.-
Así, agachada, acortó la distancia y comenzó a internarse sobre el pasillo que recorría el lateral derecho de la gran casona.-
Al arrastrarse se dio cuenta lo húmedo que estaba el pasto, al punto que se había ensuciado las manos y las rodillas.-
-¡Uf, para esto me bañé, cuando me vea la abuela me mata!- exclamó casi en voz alta.-
El impecable vestido se estaba llenando de pequeñas hojas que caían a medida que la maleza se movía con el paso de la niña.-
Hellena no le prestaba atención a lo que estaba sucediendo, y seguía internándose entre los yuyos, entonces, un enorme hocico mojado, con largos bigotes y pelo sucio cubriéndole casi toda la cara, se le acercó a la niña por detrás y comenzó a olerla.-
Hellena se detuvo ante la sensación de tener alguien atrás de ella, cuando en ese momento, el animal sacó la larga y mojada lengua y le asestó un lengüetazo, en esos segundos, Hellena recordó las recomendaciones de su abuela para que se colocara pantalones.-
Rápidamente giró la cara sacándose los yuyales que se le habían pegado sobre los cabellos, y desde esa posición, vio un enorme perro que todavía seguía lamiéndola.-
Giró todo su cuerpo, y lanzó un descomunal grito, sentándose en el pasto mojado, el animal retrocedió unos centímetros, pero enseguida volvió a avanzar sobre la paralizada niña.-
Comenzó oliéndole las piernas, luego se le acercó aún más.-
El vestido de la niña estaba definitivamente sucio y como se le había subido, muy despacio comenzó a bajárselo con ambas manos hasta llegar a tocarle la fría nariz de peludo animal.-
Entonces el perro, levantó la mirada y moviendo la cola de un lado a otro acercó su cara a la de Hellena, quien en un acto casi reflejo, se echó hacia atrás, quedando acostada boca arriba, con el enorme animal parado sobre ella.-
El perro bajó su cabeza y volvió a sacar su lengua, pasándosela por toda la cara de Hellena, quien entre sorprendida y asustada, siguió hechándose para atrás.-
El animal, ávido de seguirle lamiendo la cara, avanzó un poco, con tan mala suerte, que con una de sus patas traseras, le pisó debajo del estómago.-
La niña le tomó los pelos de la cabeza y lo retiró de su cara toda baboseada, con un gesto de asco.-
Ambos se miraron fijamente a los ojos.-
Hellena estaba literalmente acostada sobre los yuyos, cuando presintió algo.-
-¡Qui....Qui....Quijote!- dijo en voz alta.-
El animal, movió la cola y levantó las orejas.-
-¡Quijote!- volvió a decir con voz más fuerte, haciendo que el girara sus orejas hacia ella y le prestara atención completa.-
A todo esto, los dos hombres que se encontraban arriba de la casa, al escuchar el primer grito de la niña, habían comenzado a bajar.-
Una vez en la puerta, Phillip, miró para todos lados sin ver a nadie, entonces gritó:
-¡Hay alguien aquí!-
El animal giró la cabeza, y de un salto pasó por encima de la niña, internándose en los fondos de la casona.-
Hellena, se incorporó hasta sentarse.-
Nuevamente el vestido se le había levantado.-
Al ver que un muchacho se le acercaba, en un acto de instintivo pudor, volvió a bajárselo.-
-¡Estás bien!- le dijo Phillip a la asustada nena, estirándole una mano para que se levantara del piso.-
-¿Cómo te llamas?- interrogó el muchacho con voz suave.-
-¡Hellena!- contestó.-
-¿Vives aquí cerca?-
-¡Si, en la casa de al lado, soy la nieta de Megan!-
-¡Ahh....Megan!- asintió como si la conociera.-
-¡Si, solo entré porque vi la puerta abierta y me encontré con Quijote, el perro de Leonella!- sentenció Hellena.-
El jardinero miró policía y se sonrió.-
-¡Debe haber sido otro animal, porque Quijote debe haber fallecido hace muchos años¡-
-¡No, no, era él, cuando lo llamé me miró y movió la cola, era él, estoy segura, se fue para atrás, seguramente lo vamos a encontrar allí¡-
Y sin miramientos, volvió a ponerse de rodillas y con las manos en el piso atravesó la maleza que le cerraba el paso, llegando rápidamente al fondo de la mansión.-
Los dos hombres, con evidente fuerza, retiraron los yuyales que le interrumpían el paso, y se acercaron a la niña que ya estaba recorriendo el enorme jardín de atrás de la casa, juntos, buscaron por cada uno de los rincones y no hallaron nada, ni siquiera huellas de ningún animal.-
El policía se le acercó a la niña, se arrodilló en el piso para estar a la altura de ésta, con las manos le acarició suavemente ambas mejillas, la corrió el cabello que se le había pegado en la cara y despacio, le dijo:
-¡Hellena, seguramente ha sido otro animal, pero no te preocupes, vamos a seguir buscando, y si encontramos algo te lo haremos saber, ahora, vete a tu casa que el sol se está poniendo y comenzará a refrescar.-
La niña lo miró, y sin decir nada, giró y salió corriendo.-
La puerta de la casa de Megan, se abrió violentamente, haciendo que la anciana del susto derrame un jugo que esmeradamente había preparado para Hellena.-
-¡Abuela, lo vi, lo vi!-
El corazón de Hellena se le salía del cuerpo, y estaba tan agitada que no le salían palabras para contarle a Megan la experiencia vivida.-
Cuando se calmó, vaso de agua de por medio, le contó a la abuela todo y con lujo de detalles.-
La anciana, miró el vestido de la niña y se dio cuenta que atrás estaba todo sucio, con manchas verdes, lo que delataba que efectivamente había estado recostada en el pasto.-
-¡Hellena, solo mira como te has puesto la ropa limpia, ahora, ve a tu cuarto y cámbiate, que en poco tiempo más, vamos a cenar!-
-¡Pero, abuela, yo vi a Quijote!-
Megan, se sentó en el sillón al lado de la niña, le pasó el brazo por encima del hombro, y con cariño le dijo:
-¿Hellena, Quijote desapareció cuando Leonella y yo recién cumplíamos 16 años, ahora tengo ochenta y pico, como te darás cuenta, han pasado casi setenta años, así, que aunque en ese momento no hubiese muerto, seguramente ya lo habría hecho, recuerda que ya era un animal viejo, y que nunca superan los quince o dieciséis años cuando son así de grandes, por lo tanto, lo que viste, seguramente lo imaginaste o era algún otro perro vagabundo!-
-¡Abuela, tú misma me has dicho que en esta zona no hay perros vagabundos, que la misma gente del pueblo se ocupa de mantener el pueblo si ellos!-
-¡Si, es verdad, seguramente se le ha escapado a algún vecino!- respondió Megan.-
-¡No hay animales tan grandes en la zona abuela!-
-¡Bueno, no importa, ve a cambiarte por favor y lávate las manos y las rodillas!-
Subió Hellena hasta su recámara, se lavó las manos y fregó sus rodillas tal como lo indicara Megan.-
Luego, buscó en el vestidor otra ropa para cambiarse.-
Esta vez eligió una pollera tableada color rojo intenso y una remera blanca lisa, que acompañaría con un suéter de hilo color azul.-
Luego desde el cajón de la cómoda, eligió una nueva ropa interior, ya que la que tenía puesta estaba baboseada por el animal y sucia por estar sentada en el pasto.-
Caminó hacia el gran espejo, y luego frente a él, se sacó el vestido.-
La imagen de su cuerpo que el espejo le devolvió, la hizo estremecer.-
Pasó un buen rato, y la ausencia de Hellena, se hizo notar, por lo que la anciana mujer, decidió subir hasta la habitación a ver que pasaba.-
Cuando ingresó, la encontró a la niña paralizada frente al espejo.-
Megan se le acercó por detrás, y cuando pudo ver el reflejo que el espejo mostraba del frente de la niña, se horrorizó.- Justo en el medio de los blancos interiores de la niña, se dibujaba una enorme, mojada y sucia huella de un perro.-
Por un instante, la abuela se quedó parada atrás de la niña.-
Ambas compartieron el silencio y la duda y aunque estaban lejos de saber la verdad, la pregunta era inevitable, todas la cosas que se decían en el pueblo, podían ser ciertas.-
Quijote ¿aún existía?-


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