Capítulo 1, 2, 3 y 4

Capítulo I:

Los largos cabellos rubios jugaban desordenadamente con el implacable ritmo del viento.- El azul profundo de sus ojos se escondían cada tanto en una maraña entrelazada de ondulantes rizos dorados.-
La fresca mañana enrojecía sus mejillas y cada tanto robaba alguna lágrima.-
La ceñida remera de vivos colores terminaba en una pequeña pollera que ondulaba cuando sus piernas se elevaban alternativamente empujando con fuerza los pedales de la enorme bicicleta que recién aprendía a montar.-
Eran nueve años de fresca inocencia que la llevaban raudamente de esquina a esquina recorriendo sin cesar la amplia cuadra de Darwin al 1100.-
El poblado de Glew, era un pacífico barrio alejado del sur de Londres, con una escasa población de altos recursos financieros, situación que le permitía lucir espléndidas casas de techos de antiguas tejas rojas, a dos aguas, casi todas de planta baja con excepción de algunas muy importantes, que ostentaban alta categoría y mostraban un primer piso sin alterar la línea de construcción del resto del poblado.-
Salvo las pocas cuadras que definían el centro comercial, el resto poseía importantes jardines perfectamente cuidados y con un pequeño cerco de madera pintado de blanco que recorría la totalidad del perímetro de cada casa, con una diminuta puerta ubicada sobre la entrada de los jardines, que por ser tan pequeña, casi nadie la usaba, estando algunas de ellas permanentemente abiertas o cerradas, lo que permitía intuir que habitualmente para entrar o salir de la propiedad, inexorablemente se les pasaba por arriba sin miramientos.-
El curioso ímpetu de su niñez, la obligaba a reducir su veloz marcha cada vez que pasaba por la herrumbrada reja de hierro que en alguna oportunidad estuviera pintada de negro y que a diferencia del resto del poblado, cubría todo el perímetro de aquella vieja y abandonada casona.-
El desordenado jardín cubierto de arbustos y yuyales, ocultaban los prolijos canteros que en una época pasada, fueran los comentarios elogiosos de toda la comunidad.-
Dos enormes columnas de un estilo bien definido se erguían indiferentes al paso del tiempo, sobresaliendo majestuosamente entre la enredadera, que impunemente había ganado la escalera de fino mármol que permitía el acceso al hall, rematado en un lujoso y despintado portal que oficiaba de ingreso a la mansión.-
Sorprendida por tanta suntuosidad venida a menos, Hellena no salía de su infantil asombro, tejiendo sus más diversas conjeturas dentro de su pequeña mente.-
Desde tortuosos duendes y vampiros hasta luminosas hadas y dulces ángeles.-
La pequeña Hellena Ritchmon, visitaba todos los veranos a la vieja abuela Megan, quedándose con ella no menos de dos largos meses.-
Indiscutidamente, era la nieta preferida de la octogenaria Megan, permitiéndole todos los gustos y satisfaciendo cada pequeño capricho que ocasionalmente se le ocurriera.-
La niña, consciente de ello, correspondía a todas las atenciones de su abuela, con tiernas caricias e interminables besos, que invariablemente se acrecentaban por las noches, cuando, entusiasmadas con relatos y cuentos de por medio, avanzaban hasta muy de madrugada.-
Esa noche, Hellena no pudo dormir.-
Desde la ventana del primer piso, donde habitualmente tenía su habitación de visita, alcanzaba a verse entre la espesura de la frondosa arboleda, el añoso techo de tejas rojas, desprolijamente movidas de lugar, producto de los fuertes vientos, largas tormentas de nieve y una metódica falta de cuidado.-
Nunca le había prestado demasiada atención, tal vez porque años atrás aún era muy pequeña, pero en éste, en particular, sus nueve años clamaban por satisfacer esa necesidad de conocimientos que le brinda la vida, y entre ellos, como urgente prioridad, se centraba en saber cual había sido la suerte de los moradores de esa vieja casona.-
Los casi treinta grados de un sofocante mes de pleno verano, exigían que las ventanas permanecieran abiertas, haciendo aún más tenebrosa la visión en penumbras de aquel enigmático techo.-
Un gallo de hierro, que enclavado en el añoso techo, todavía se esforzaba por mostrar a todos quienes alzaran la vista, hacia donde soplaba el viento, todavía giraba con alguna brisa, inundando el silencio nocturno con un penetrante rechinar de metales oxidados.-
La presión que ejercían los recuerdos del abandono sufrido por aquel jardín, sumados a los pensamientos que sus cortos nueve años le sugerían, proporcionaron el marco adecuado para que intentara reconciliar el sueño, tapando su cabeza con las blancas sábanas; pero no fue suficiente y vestida con la poca ropa que usaba para dormir, producto del intenso calor que se abatía sobre la región, saltó de su cama, atravesó el pasillo y aterrizó ruidosamente en la cama donde dormía profundamente la anciana Megan.-
-¡Por Dios! ¿Qué pasó?- gritó Megan.-
-¡Niña, es tardísimo y la noche está serena, qué te ha asustado tanto!.-
Hellena miró los desorbitados ojos de su abuela, esbozó una sonrisa e intentó justificar, pero no supo como.-
-¡Nada abuela, nada!
Introduciéndose rápidamente bajo las sábanas, en pocos minutos se quedó profundamente dormida junto a la seguridad que le brindaba la cercanía de Megan.-
Con el corazón casi en la mano, la octogenaria no pudo retomar el sueño por el resto de la noche.-
El cielo parecía haberse transformado en un lienzo apropiado y dispuesto para ser transformado en obra de arte por algún inspirado artista.-
Un profundo azul enmarcaba gloriosamente a pequeños copos de nubes sabiamente dispuestos en él, como con un mágico pincel.-
La luna enhebraba estrellas con el fulgor resplandeciente de su poético brillo.-
Poco a poco, la claridad de un nuevo día fue ocultando la poesía y la luna, simplemente se hizo a un lado.-
El azul oscuro del enigmático cielo, comenzó a transformarse en un brillante color celeste.-
A lo lejos, el canto de un solitario gallo, saludaba con regocijo la llegada de un nuevo amanecer.-
Las aves dejaron sus nidos comenzando a revolotear en un interminable juego de pasión, inundando con sus trinos la alegría de una mañana resplandeciente.-
El primer rayo de un brillante sol cruzó el horizonte hasta perforar sin compasión un cielo que paulatinamente comenzaba a clarear.-
La brisa llenaba el ambiente de un olor a frescura y de un sabor salado que normalmente se sentía debido a la proximidad del mar.-
El aire fresco se introdujo entre las sábanas, haciendo acurrucar al pequeño cuerpo de Hellena.-
Sobresaltada abrió los ojos, dándose cuenta que a su lado no había nadie.-
La abuela, ya se encontraba en la rutina cotidiana.-
Hoy era día de compras, juntas caminarían las pocas cuadras que las separaban del viejo centro comercial del aristocrático poblado y como ya era costumbre, Hellena se encargaría de pedirle a Megan los productos más diversos e inimaginables, efectuando una larga sucesión de paradas delante de cada vidriera por la que pasaran.-
Sin modificar su diminuto atuendo de dormir, los pequeños pies descalzos apuraron el paso sobre la amplia escalera de mármol blanco que dominaba el suntuoso comedor, engalanado con antiguos muebles de lustre muy oscuro.-
El techo era el escenario perfecto para una exhibición fantástica de fastuosas lámparas colmadas de luces y cristales.-
Espesas alfombras vestían el piso de pared a pared y unos sombríos cuadros pintados en ocres cubrían casi la totalidad de las paredes del living.-
Eran pinturas originales de sus ancestrales parientes, y de quien sabe quien más, demostrando un pasado de gran alcurnia y poder económico.-
-¡Hellena, estás desnuda!- gritó Megan desde la amplia cocina.-
¡Te vas a resfriar!
¡Es que no se que ponerme, no tengo nada!- reclamó la niña.-
Con sus ochenta años recién cumplidos, Megan subió la escalera precediendo a la impetuosa niña que seguía insistiendo en lo mismo mientras saltaba los escalones de dos en dos.-
El amplio placard rebosaba de ropa de Hellena.-
Megan dibujó una sonrisa moviendo la cabeza de un lado al otro, entró en él y eligió algo apropiado para la ocasión.-
Una camisa finamente bordada con un delicado cuello redondo de una fina puntilla, impecablemente blanca, una pollera corta, tableada, en un clásico escocés rojo y negro, medias blancas nuevas y brillosos zapatos de charol color negro.-
La rutina del baño, era infaltable, a su turno, ambas se sometieron al refrescante placer de la ducha matinal.-
Vestidas y peinadas las dos, comenzaron a desandar el corto camino hacia la pequeña aventura de compras de cada semana.-
Apenas salieron de la casa y comenzaron a caminar, un viento frío recorrió la espalda de Hellena justo en el momento en que pasaban por el arruinado cerco de la casa vecina.-
Apretó su mano con la de su abuela y apuró el paso.-
En algún lugar, las campanas de un antiguo reloj daban la hora, eran las diez de la mañana.-
Dos cuadras caminaron hasta llegar a la pequeña avenida Allison, la única del poblado donde el escaso tráfico puede circular en dos manos separadas por un ancho cantero central, que se encuentra profusamente adornado de flores multicolores y cada diez metros altas palmeras se yerguen en un inútil esfuerzo por tocar el cielo.-
Más de cinco cuadras por esa avenida deberán recorrer hasta llegar a la zona céntrica.-
En ella, muchos pequeños comercios, rebosan en sus luminosas vidrieras con los productos más variados.-
Más adelante, se encuentran los bares y tabernas que permiten a los parroquianos matar las horas en intensas charlas que habitualmente no conducen a nada.-
Un viejo cine, cerrado desde hace tiempo, marca reminiscencias de una época que lentamente tiende a desaparecer.-
En su marquesina, el paso del tiempo no le ha podido desgarrar algunos afiches de publicidad de las últimas películas exhibidas, indicando que seguramente habría contado en su época con la presencia de un gran porcentaje de los habitantes del poblado.-
De todas maneras, el ícono de la diversión del fin de semana, hace más de veinte años que no abre sus puertas.-
Por dentro, todo es suciedad y abandono.-
Las butacas fuera de lugar se amontonan desordenadas y llenas de telas de arañas.-
El añoso telón que en su momento resplandeciera de blancura inmaculada, se ve roto y muy sucio.-
La antigua máquina para reproducir los filmes, ha sido desarmada y saqueada por alguna banda de chicos que en sus juegos, exterminó lo último que quedaba en materia de rollos de películas y demás artículos técnicos.-
Más allá de los detalles que ambas mujeres conocían perfectamente, la rutina de compras diarias, transcurrió, e inevitablemente el día de compras llegó a su fin.-
El atardecer avanzó impiadoso sorprendiendo a la nieta y a su abuela, agotadas después de un extenuante paseo y caminando de regreso, cargadas de paquetes que servirían para engrosar el atiborrado placard de la niña.-
Avenida Allison y Church, casi a cuatro cuadras de la casa, justo en la esquina, contra la pared, un pequeño ramo de flores naturales, delicadamente frescas, yacían sin que nadie se atreviese a tocarlas.-
-¿Abuela, para que son esas flores?- preguntó inocentemente Hellena.-
-¡Es una larga historia, muy triste e incomprensible!.- contestó Megan.-
El desconcierto ganó con un gesto el rostro de la niña haciendo crecer desmesuradamente su curiosidad.-
-¡Es una historia que por muchos años ha recorrido el pueblo, con diversos matices, algunos hablan de magia, otros creen en los espíritus, los más, dicen que fue locura, pero, nadie sabe a ciencia cierta que pasó esa mañana de invierno en esta esquina!- comentó Megan.-
-¡Lo real es que en ella, aparece de tanto en tanto un ramito de flores frescas, y también es real que toda la comunidad evita pasar por esta esquina, sobre todo en invierno.-
-¿Por qué abuela?
-¡Vamos a casa, cenamos y luego te cuento!- Culminó Megan reiniciando el paso que habían detenido para observar las flores.-
Eran las ocho en punto, por expreso pedido de todo del poblado, el campanario electrónico de la vieja capilla, hace años, había dejado de tocar a cada hora atormentando a todos, para hacerlo solamente para llamar a misa una vez al día.-
Era entonces, la hora exacta para el tormento diario.-
Impiadosamente se dejó oír un chillido de agudos y estridentes sonidos taladrando los sentidos de aquellos que vivían en las proximidades,.
El viento proveniente del océano comenzaba a soplar, la noche se adivinaba cristalina.-
Las estrellas parecían cobrar vida.-
Hellena apretó su mano derecha con la de su abuela mientras que con la izquierda oprimía contra su corazón un pequeño osito de peluche recién comprado.-
Algo hizo que las dos cuadras transcurrieran en absoluto silencio.-

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CAPITULO II:

La vieja arboleda de la cuadra, susurraba suaves canciones de otros tiempos alentadas por una implacable brisa que con suave vehemencia sacudía las hojas verdes del verano.-
La luz de una redonda y blanca luna penetraba el ambiente produciendo incontables y tétricas sombras que se deslizaban por todos los rincones acompañadas por la cortina del gran ventanal que bailaba pesadamente ofreciendo a la penumbra un sensual movimiento.-
A pesar de todo, la noche traslucía su cristalino brillo posando un suave manto de calor sobre toda la región.-
Megan ya vestía un largo salto de cama anudado en un gran lazo en su cintura y pantuflas de suave piel.-
Hellena disfrutaba de un nuevo camisón que le llegaba hasta sus pies descalzos.-
El largo cabello recogido en un rápido rodete, era el marco justo para realzar su brillante e inocente mirada.-
Un tibio vaso de leche en la mano de la niña y otro de cálido coñac en la de su abuela, apresuraron la charla pendiente; una charla que prometía ser más que interesante para la inquieta Hellena.-
Las dos eligieron el sillón más cercano al ventanal, unas mesitas redondas, de estilo, dispuesta a cada costado sirvió para que pudieran apoyar los vasos.-
Megan miró hacia el techo, como forzando los recuerdos y comenzó el relato.-
-¡Hace mucho años, la vieja casa de al lado, se encontraba llena de vida, los jardines rebosaban de hermosas flores mostrando su magistral colorido.-
La mansión de los Smidth recién terminaba de ser construida y engalanaba el barrio con sus detalles de gran categoría, sus brillosos mármoles y sus encerados pisos.-
Las prolijas terminaciones hábilmente diseñadas por maestros constructores le dieron el toque señorial a la zona.-
La pequeña cerca blanca fue removida al poco tiempo de haberse mudado, reemplazándola por el alto cerco de hierro que hoy circunda el amplio parque.-
El, era ingeniero naval y comandaba el principal astillero que desde Londres seguía apuntalando las ansias colonialistas de la realeza, fundamentada en una de las mejores marinas del mundo.-
Era el responsable de la construcción de los principales barcos de guerra que surcaban los mares del mundo al servicio de Su Majestad.-
Su porte era majestuoso, alto, de cabello ondulado y cobrizo, de piel extremadamente blanca, enormes ojos celestes y casi un metro noventa.
La mirada daba a entender que necesariamente su presencia era superior a los demás en casi todos los aspectos.-
Una larga pipa marrón emitía rítmicas bocanadas de humo exageradamente dulces, llenando cada rincón de una altiva prestancia.-
Ella era delgada, quizás excesivamente para esa época, pero su gran altura, casi como la de su marido, le permitían mostrar una espectacular silueta, luciendo, a pesar de todo algunas curvas algo generosas que hacían suspirar a más de un vecino.-
De cabellos rubios, cortos, normalmente peinados con gran detalle y esmero, jamás se la vio desprolija o descuidada.-
Poseía un carisma único; eje principal de toda reunión social, verborrágica hasta el hartazgo, dueña de un pulido léxico que le permitía trascender en cualquier ambiente, sobresaliendo sin trabajo entre todos aquellos que se le acercaran.-
-¡Ambos eran jóvenes cuando llegaron a nuestra comunidad! exclamó Megan, y continuó... --¡Escapaban de la ruidosa ciudad, y enseguida supieron ganarse el afecto de todos.-
Poco tiempo después, nació su primogénita, a la que llamaron Leonella.-
Una regordeta beba de enrulados cabellos rubios, tan claros que casi no se les veían, grandes ojos azules y una enorme ganas de vivir.-
-¡Leonella nació tres meses después que yo!- sentenció Megan, inclinó su vaso, dio un gran trago y continuó el relato.-
-¡Aprendimos a caminar juntas, a hablar casi al mismo tiempo, jugábamos una al lado de la otra.-
Durante toda la niñez y gran parte de la adolescencia fuimos amigas inseparables.-
El viejo reloj de la sala de la mansión, se escuchaba perfectamente desde mi casa, sirviéndonos de secreta señal para iniciar algún tipo de actividad las dos juntas.-
Éramos inseparables hasta ese fatídico día.-
-¿Abuela, porque cambiaron la cerca?- interrogó Hellena.-
-¡Cuando Leonella comenzó a caminar y a entender, le regalaron una pequeña mascota, un pompón lanudo al que apenas se le veían los ojos.-
El perrito fue como el hermano que no tuvo, transformándose en uno solo, ni él ni ella hacían nada separados.-
Al poco tiempo, la pequeña y graciosa bola de pelos, se transformó en un enorme, lanudo y baboso animal, que, como cachorro, vivía entusiasmado en arruinar cuanto mueble estuviera a su alcance.-
Por lo tanto, decidieron que a pesar del cariño que toda la familia le guardaba, lo mejor era fabricarle una casilla en el rincón más hermoso del jardín y que sus horas de ocio, las pasara afuera de la casa.-
De allí que para evitar que escapara, el padre de Leonella mandó a quitar la empalizada blanca y construyó la reja que hoy se puede ver.-
-¿Como se llamaba? -preguntó Hellena entusiasmada.-
-¡Quijote!- pensó un momento...-¡ Sí, Quijote se llamaba, vaya nombre para un perro.-
-¡A mí me gusta!- aseguró la niña.-
-¿Abu...que pasó ese fati...fati...como era?
-¡Fatídico...fatídico día, cuando nuestras vidas cambiaron abruptamente sus rumbos.- Cuando el poblado se transformó no volviendo a ser nunca más el mismo!- suspiró Megan.-
-¡No entiendo!- apuró Hellena.-
-¡Hay cosas que son reales, que se pueden ver, tocar, oler, otras que son irreales, que solo existen en nuestra imaginación, en nuestros corazones, también están las situaciones verdaderas y las que son mentiras, las que se dicen por alguna travesura o para salvarnos de algún castigo.- Pero esa fría mañana, todo se trastocó, las cosas cambiaron, se confundieron realidad con mentira, verdad con ficción, y de allí en más nunca nada estuvo claro.-
Con el tiempo un manto de silencio cayó sobre los pobladores y todo quedó en el olvido, o casi en el olvido, porque quienes vivimos aquella mañana, aún hoy comentamos, casi susurrando, como con miedo, sin que nadie sepa a ciencia cierta con miedo a que!- Concluyó Megan.-
-¡Abuela, me estás asustando, pero cuéntame un poco más!- rogó la niña.-
Megan observó los enormes ojos azules de Hellena y recordó aquellos de su gran amiga.- Con voz resignada, aceptó continuar con el relato.-
En ese instante, lejanas campanadas de algún reloj atravesaron la transparente noche, el viento se había calmado abruptamente, en algún lugar un perro ladraba
intensamente....habían dado las doce.-
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CAPITULO IV:

-¡Leonella, que pasa!- replicó la madre angustiada.-
-¡Todavía no desayunaste, se te va a hacer muy tarde!-
Otro sonido lejano se dejaba escuchar en el monótono paisaje del aristocrático poblado, eran las bocinas que en lo alto del campanario de la moderna capilla, disco de por medio, indicaban, con falsas campanadas con ruido a púa, que las siete de la mañana había llegado, para desgracia de todos los vecinos, el campanario desgarraba el silencio a toda hora.-
A pesar de las quejas de algunos somnolientos vecinos acostumbrados a dormir hasta más tarde, aquel moderno engendro de campanario electrónico, inexorablemente recordaba a todos, mañana, mediodía y noche, día tras día, hora tras hora, que la vida merece ser vivida.-
Pero, en la hermosa casa de la calle Darwin, el tiempo parecía haberse detenido y nunca, existió una aseveración más exacta.-
Megan, en tanto, también cumplía con el ritual cotidiano del desayuno a medio despertar.-
Su casa, lindaba con la de su amiga Leonella y si bien no era tan fastuosa, tenía lo suyo.-
Como todas, un gran jardín con innumerables reflejos multicolores, producto de una gran variedad de flores y plantas prolijamente cuidadas, que a pesar del intenso frío, ornamentaban la entrada, rematando en un cerco perimetral de escasa altura, en madera, pintado en perfecto color blanco, con una pequeña puertita del mismo material, que de tan chiquita, nadie tenía en cuenta, pasándole irremediablemente, todo el mundo, por encima.-
Desde su casa, se oía, mezclado con el falso tañido de las campanas electrónicas de la capilla, el fuerte sonido proveniente del gran reloj de la sala de Leonella, el que también le servía a Megan de aviso para partir a la escuela.-
Seis cuadras las separaban del "St. James de Señoritas".-
Seis exactas cuadras hacia el lado del océano, justamente hacia el lado contrario del lugar del extraño suceso del día anterior.-
Nadie sabe porque causa, el reloj de la sala no se detuvo a la séptima campanada, continuando alocadamente en un repiqueteo incesante, hasta que la diestra mano de la madre de Leonella, detuvo el enorme péndulo de un fuerte y seco golpe.-
En ese instante, hacía lo propio el cura de la capilla, donde inexplicablemente el viejo disco se había rayado, hasta el punto de enloquecer a todo el barrio, que debió soportar estoicamente los interminables acordes que se desprendían del campanario.-
-¡Leonella, todavía estás inmóvil, que te pasa, parece que has visto un fantasma!-
¡Hey, Leo, los fantasmas aparecen a la media noche, no a las siete de la mañana...despabílate!- gritó socarronamente la madre.-
Una gran gota de sudor corrió por la frente de la niña, y un aire frío le estremeció el cuerpo.-
Las alegres campanillas del timbre de la puerta principal se dejaron oír.-
-¡¡Quijote!!- exclamó a viva voz Leonella, dando un enorme salto.-
Atravesó el amplio living en una alocada carrera, tirando al piso una mesita que servía de soporte a una fina lámpara de porcelana, ubicada exactamente al costado del sillón principal.-
Con desesperación, abrió la gran puerta y palideció cuando vio los asustados ojos de Megan.-
-¿Leo, que te pasa?, parece que has visto un fantasma ¿Tan fea estoy?- sentenció Megan.-
Sin mediar palabra alguna, Leonella empujó fuertemente a su amiga haciéndola caer hacia un costado.-
Para evitar terminar en el piso, logró asirse de la reja que separaba el hall del jardín, gracias a lo cual, no aterrizó entre magnolias y jazmines, por lo menos un metro más abajo de donde estaba.-
Leonella, llena de desesperación, bajó los cinco escalones de mármol que se encontraban flanqueados por las dos enormes columnas, corrió por el jardín hacia la puerta de hierro forjado que daba terminación a la reja perimetral, finamente labrada, salió y comenzó una alocada carrera en dirección contraria a la escuela.-
En el hall, quedaron atónitas, Cheryl y su amiga Megan, sin entender lo sucedido.-
-¡Está preocupada porque Quijote no volvió, pero no puede ser para tanto, el perro seguramente se ha ido tras alguna perrita en celo!- Exclamó Cheryl.-
-¡Seguramente ya va a volver!- replicó Megan con resignación.-
-¡Nunca la vi así!- asintió la madre.-
-¡Me asustó!, ¿estará bien?- volvió a insistir Megan.-
-¡Si, no te hagas problemas, ya se le va a pasar, ve a la escuela que se te hace tarde, cuando regrese, veremos que ha sucedido.-
Con un tímido hasta luego Megan comenzó a caminar despacio por la vereda blanca por la nieve, con pequeños atisbos de verde donde ya comenzaba a derretirse.-
A los pocos metros, decidió que no podía dejar sola a su más intima amiga y desandó sus pasos, haciéndolos cada vez más rápidos hasta alcanzar una alocada carrera siguiendo la ruta que habría tomado Leonella.-
Cuatro cuadras más adelante, jadeante por el esfuerzo, con los libros a cuestas, y un profundo dolor en la nariz por el frío de la mañana, llegó hasta unos metros de donde se encontraba su amiga.-
Detuvo su carrera abruptamente mirando con incredulidad lo que estaba haciendo Leonella.-
Tirada en el piso, con la pollera del uniforme flameante con el viento y las rodillas hundidas en el manto blanco que dejara la nevada del día anterior, sacaba desesperadamente con ambas manos la nieve depositada en el piso mientras susurraba:
-¡Quijote, Quijote, no es cierto, dime que solo fue un mal sueño!-
¡Dime que...!- pero no pudo terminar la frase, de un salto se puso de pié, giro sobre sí misma, y se asustó cuando vio la figura paralizada de Megan; luego corrió hacia ella confundiéndose en un fuerte abrazo y se largó a llorar desconsoladamente.-
-¡Tranquilízate, cuéntame lo que pasó, no alcanzo a entender...explícame por favor!- rogó Megan.-
Pero el llanto de Leonella se hizo más profundo, ahogando toda palabra que quisiera emitir.-
Megan, cariñosamente la separó de su cuerpo, le tomó suavemente la cara con sus manos, corrió el húmedo mechón de pelo que le cubría el rostro, enjugó una lágrima y la besó tiernamente en la frente.-
-¡No te preocupes, ya va a volver!- sugirió Megan.-
Los ojos de Leonella se abrieron dando paso al desconcierto.-
-¿Entonces...ya sabes?.-
-¡No, no sé, pero me imagino que es la primera vez que un chico te abandona, pero, por favor Leo, eres tan bonita, ya va a aparecer otro.....!
El llanto de la niña desapareció por completo, convirtiéndose en una furia casi desenfrenada, y con fuertes gritos reclamó la atención de Megan.-
¡No, no me dejó, desapareció, se esfumó, lo tenía a mi lado y simplemente se esfumó!- gritaba sin poder hacerse entender por Megan quien trataba de controlar la situación con suaves palabras.-
¡Leo, ya va a haber otros chicos en tu vida, no va a ser el único, si se esfumó es porque no te quería, y tal vez, haya sido mejor así.-
-¡No me entiendes!- replicó Leonella y abrazándola con fuerza volvió a romper en angustiante llanto, al tiempo que lentamente, se acercaban a un hoyo hecho con sus manos en la nieve.-
-¡No quiero ver!- dijo Leonella con miedo.-
-¡Acércate y dime que no es verdad, que es un sueño!-
A medida que se aproximaban, la nieve desacomodada por las manos de Leonella, le permitió ver a Megan el extremo de la larga soga que se encontraba todavía unida por el otro extremo al collar de Quijote.-
-¡Es la correa de Quijote, nada más! observo Megan
-¿Nada más?- gritó entre sollozos Leonella.-
-¡Desapareció Megui......desapareció!-
-¡Pero….tanto problema porque el perro se fue?-
-¡Bueno, ya volverá, no desesperes, es un poco viejo, no creo que juguetee mucho, cuando tenga un poco de hambre seguro que va a volver, el sabe cuidarse!-
-¡No te pongas así!-
-¡No...No...No...No me entiendes....desapareció, se esfumó en el aire, no existe más!- justificó Leonella al tiempo que rompía en llanto nuevamente.-
-¡No, no te entiendo.- Se soltó el collar y se fue, ¿cual es el problema?....ya va a volver.-
-¡No...No...No... Se esfumó, en un segundo estaba y al otro no!-
-¡Leo, estás delirando!- Con su mano derecha tocó suavemente la frente de su amiga como queriendo averiguar si tenía fiebre.-
-¡Megui, estoy bien, no estoy enferma, no tengo fiebre, simplemente, ayer salimos a caminar con Quijote, como todos los días, y justo aquí, momentos antes de que comience la tormenta, el desapareció, se esfumó delante de mí, simplemente lo estaba viendo y al instante siguiente no lo vi más.-
-¡Leonella!- indicó Megan con un profundo suspiro.-
-¡Tranquilízate, vamos a casa, tomamos algo caliente y después salimos a buscar a Quijote por el pueblo!-
Suavemente se inclinó, levantó la correa semienterrada en la nieve y abrazadas, con la cabeza de Leonella recostada sobre sus hombros, Megan comenzó lentamente a caminar el corto camino hacia su hogar.-
El tiempo marcaba el paso incesantemente, pero, para la vida de Leonella, comenzaba a detenerse.-
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